Zorrizo
Libro publicado por la Editorial del Colegio Bilingüe José Max León.

Los humanos tenemos la posibilidad de construir a partir de contrarios como sucede en Zorrizo.
El método filosófico conocido como dialéctica (dialektiké), nos invita a exponer una idea (tesis), contrastarla con su opuesto (antesis) y de esta fricción ser capaces de generar una nueva manera, otro símbolo, una tercera opción consensuada (síntesis). Tenemos la posibilidad, aunque no sea la decisión más frecuente.
La diferencia que separa a dos opuestos contiene el poder de crear algo que no existía antes. Las fuerzas contrarias pueden generar nuevas formas a partir de la fricción. La destreza para compaginar pacíficamente con otros es lo que diferencia a un gestor de ideas y soluciones de un componente pasivo de la realidad, de algo que destruye.
Este poder solo se despliega a través de la paz y la transparencia que exige un intercambio (en vez de un choque). Tratar de convencer al otro, entender sus argumentos, debatir para que entienda los míos, son algunas acciones propias de la dialéctica. Implican respeto, flexibilidad, paciencia y creatividad, entre otros valores que merecen nuestros días.

El poeta griego Arquíloco escribió “el zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una sola gran cosa”. Retomando esta metáfora, politólogo y filósofo Isaiah Berlin propone dividir a escritores y pensadores (y quizás a toda la humanidad) en dos categorías generales: están quienes resumen todo a una visión central, a un solo sistema coherente a través del cual piensan y sienten.
Aquellos se guían por un principio rector universal. Tienden a ser como los erizos: prudentes, introspectivos, analíticos, mesurados, defensivos…Viven, sienten y crean según lógicas centrípetas: la fuerza de su existencia gira en torno a un centro que nunca deja que sus formas se salgan de los parámetros de lo predecible.
En el otro grupo, están quienes siguen la pista de muchos y variados centros, que no necesariamente están relacionados entre sí ni parecen conectados a simple vista. No temen la contradicción. Su pensamiento suele ser disperso, sus movimientos impulsivos. Son dados a la frescura de la improvisación y no al minucioso camino de la planificación. Primero son irresponsables antes de caer en la adoctrinación. Creen que la esencia de las cosas está condicionada por la multiplicidad y el cambio. Su lógica es más centrífuga, usualmente lejos de lo perfecto y lo predecible.
Una metáfora siempre deja el aire para los matices. No se debe insistir en una clasificación absolutista de la naturaleza, menos de la humana. Es tan compleja y hermosa que escapa a las aspiraciones de un lenguaje determinista (de ahí el valor de la poesía, pero eso es materia de otro libro). Esta dicotomía nos debe servir apenas como punto de partida para observar y comparar.
Escribir un libro para niños es un reto fascinante: las ideas deben ser sencillas y contundentes. Es necesario modelar con precisión el texto y ser exacto en la escogencia de las palabras. Es falso que uno “vuelva” a la sencillez y a la claridad de los niños.
La mejor manera de escribir un libro de estos es aceptar que los mejores lectores son aquellos que, a pesar del paso del tiempo, siguen siendo directos, honestos y exigentes con sus autores y sus ilustradores. La mejor forma de interactuar con niños que leen es aceptar que ellos son los mejores críticos y la mejor influencia.
El uso del bilingüismo en una historia sobre dos personajes que chocan y construyen desde sus diferencias me pareció un componente apenas natural en un libro sobre el poder de la dialéctica.
Si para construir con el otro debo respetarlo, estudiarlo y tratar de entenderlo, la capacidad de incorporar otro idioma a mi universo es la una habilidad que me lo facilitará.
Trabajar con Cristina León ha convertido la elaboración de Zorrizo en un reto de alegría. Me sentí muy orgulloso por haber encontrado una madriguera que haya resultado inspiradora para una artista de su talla. Cada forma y cada trazo fue un momento que afirmó nuestra amistad. Fue un gusto encontrar de nuevo centros y periferias que nos reciben.
