Apreciada comunidad Leonista: 

Robert

En 1974 Ediciones de la Flor publicaba en Buenos Aires el décimo tomo de “Mafalda”, la tira cómica de Quino (seudónimo de Joaquín Salvador Lavado Tejón, fallecido hace pocos días).

Como los grandes personajes literarios, la agudeza de la chica argentina logró sobrevivir a la muerte de su autor. Esto se debe a que el genio detrás de su creación fue capaz de leer y abordar con humor ácido y entrañable algunas facetas complejas del ser humano. Para siempre Mafalda y sus amigos despertarán sonrisas y empatía, pues su realidad en blanco y negro expresa muchos matices de nuestras frustraciones, ilusiones, desilusiones, paradojas, miedos y encantos como especie. 

En una de las viñetas, concretamente la número 1901, Mafalda le reclama a su papá no tener un mejor diccionario (su libro favorito).

Pero esta viñeta también debe su vigencia a que los problemas que enfrentaba el mundo en su momento siguen despertando la indignación de los jóvenes sobre la apatía de las generaciones en retirada: los territorios palestinos siguen en ocupación asfixiante, algunos siguen viendo amenazas comunistas en cualquier expresión de inconformidad, el racismo sigue generando violencia, los superpoderes siguen jugando sus piezas en una carrera fría por el dominio de mercados, vacunas, territorios a costa de vidas humanas y la paz…

El colegio fue uno de los hábitats más frecuentes de Mafalda y sus amigos 

La educación es la música de fondo de muchas de sus historias, cuando no la melodía principal. En una viñeta mucho más antigua que la citada más arriba (la 324), una profesora entusiasta enseña las primeras conjugaciones silábicas al curso de Mafalda.

Viñeta de Mafalda

Sea en una viñeta a blanco y negro de la Argentina de la Guerra Fría o encerrados en casa durante la pandemia del COVID-19 en Colombia, los niños siempre nos recordarán que irán siempre a la delantera de nosotros, sus maestros. Suyo es el futuro, nuestro deber será apenas darles las bases presentes suficiente para traer desde el pasado algo que les sirva. Suyo es el mañana, nuestro es el ayer con sus lecciones y modelos. De ellos es la sed, nuestra es el agua que les ofrecemos, siempre insuficiente para tanta vida.

Así fue como nos sorprendió la crisis del coronavirus

Teníamos un sistema de educación que dependía de los salones de clases, cuyas dinámicas emulaban las jornadas laborales, en las que una “autoridad” era el centro del aprendizaje.

Recibimos un baldado de agua fría desde una realidad por la cual nadie hubiera apostado hace unos años. Debimos adaptarnos, en tiempo récord, a una relación profesor-estudiante en la cual el medio era muchas veces cercano al más joven y una amenaza para el más viejo. 

Quienes no lo sabían, se convencieron de una vez por todas que las redes sociales no eran esos canales frívolos por donde los adolescentes hacían sus relaciones de manera trivial. Por no creer en selfies, a los que nos queríamos distanciar de tanta interacción virtual, nos sirvieron diez tazas (diarias) de zoom (o sus equivalentes). Como nunca antes, nos damos cuenta de que el que no sabe cómo mantener la atención de su interlocutor está perdiendo su facultad comunicativa. 

Si antes lo sospechábamos, ahora sabemos que el contenido de la clase no es sin una forma que se acople a nuestro objetivo comunicativo. Si pretendemos ayudar a moldear el futuro no nos basta pensarnos en el presente.  

Esta pandemia ha resaltado algunas áreas de mejora que tenemos como sociedad. En repetidas conversaciones con Rectoría hemos identificado algunos frente críticos en los que creemos que debemos trabajar. La generación afectada por el COVID (y por las medidas que han tomado gobiernos y autoridades) debe encontrar en el Colegio Bilingüe José Max León algunas bases para no perder impulso a la vida ni competitividad frente a quienes se forman en ambientes menos golpeados.     

La autonomía es una de las cualidades que sin remedio se ha visto afectada en los últimos meses. Aplaudimos aquellos hogares que han encontrado en la convivencia obligatoria nuevos espacios para el encuentro, pero sabemos de muchas dinámicas familiares que se han visto convertidas en tensiones continuas por el estrecho espacio, la poca intimidad, el fin de los necesarios desarrollos sociales adicionales a los del círculo más inmediato de consanguinidad. 

Académicos como Elke Van Hoof de la Universidad Libre de Bruselas (VUB) aseguran que el encierro por la pandemia es el experimento social más grande que haya sido conducido.

Todo esto nos permite creer que, al menos desde el punto de quienes pensamos la educación como una disciplina en constante evolución, es un momento muy interesante: asistimos a nuevos tipos de estudios longitudinales y nuevas direcciones de investigación. 

Es tan sencillo como esto: la humanidad nunca había experimentado un encierro tan masivo por tanto tiempo. Las consecuencias (buenas y malas) son muy difíciles de predecir. De cualquier manera sabemos que la tan nombrada resiliencia es una de las fortalezas que debe ostentar cada individuo para no dejarse secar por la dificultad.

Algunas de las facultades que ha encontrado Lydia Denworth de la revista Scientific American en personas que logran sobreponerse a la oportunidad son: optimismo, la habilidad de mantener la perspectiva, un firme apoyo social y un pensamiento flexible. Expresados en otras palabras Javier y yo coincidimos que estos son valores que la propuesta formativa del CBJML está orientada a dotar a nuestra comunidad contra la fragilidad del instante.       

Así fue como nos sorprendió la crisis del coronavirus

A la luz de los ejemplos de otros colegios puede parecernos demasiado prudente el no querer recibir estudiantes aún. Con la constante actualización de las cifras, las estadísticas que inundan cada paso que damos, los pronósticos oscuros sobre los efectos de la pandemia en nuestra ya resentida economía, nuestro colegio debe plantarse como un espacio para pensar detenidamente la situación y ofrecer alternativas que jueguen en pro de nuestra comunidad antes que cualquier otra cosa. 
Seguimos, sin haberlo sabido antes, una de las estrofas más bellas de una canción de Natalia Lafourcade: 

Pienso que cada instante

Sobrevivido al caminar

Y cada segundo de incertidumbre

Cada momento de no saber

Son la clave exacta de ese tejido

Que ando cargando bajo la piel

Así te protejo

Faltan segundos y terceros brotes, Colombia no accederá a una vacuna pronto y nuestra cultura aún no se concientiza de los riesgos a los que estamos expuestos día a día.

Con todo esto, el CBJML trabaja intensamente por ofrecer un programa en donde el campus pueda habilitarse de manera segura y general. Los estudiantes necesitan de nuevo un espacio para desfogar el encierro que acumulan. 

Los grupos de amigos, las parejas y los equipos necesitan reunirse y, bajo los protocolos que aprueben las autoridades, hacer del colegio un espacio social otra vez.     

No esperamos “volver a la normalidad”; creemos que, como después de cada gran acontecimiento trágico, las condiciones van a cambiar para bien y para mal. Estaremos leyendo las nuevas tendencias y ajustando nuestro presente a las pistas que el futuro nos empiece a revelar. 

El Colegio que fue sigue trabajando para seguir siendo y llegar a ser el centro de una educación que recoja lo mejor de la tradición, un presente inquieto y un futuro siempre posible.